miércoles, 4 de febrero de 2009

Fiebre del Viernes noches I

Partimos de la plaza de Conde Duque, todo empieza y acaba ahí, es nuestro “Érase una vez” particular. A las 04:30 una copa vacía se convirtió en ambulancia, terminó el baile y dejé a mi príncipe de esa noche perdido en la barra del garito de turno sita en la calle San Dimas.

- ¡Hay que sacarla de aquí!- esta voz sonó como un zumbido en la distancia sin poder reconocer de quien provenía.

- … ¿Cómo! Todavía no me quiero ir. Si sólo llevo 5 copas- no recuerdo si llegué a articular estas palabras o solo retumbaron en mi cabeza.

A Rocío se le arquearon las cejas como los túneles del Pardo y cuando se pone seria no hay réplica posible. Vale, tal vez fueran 6 o 7 generosos pelotazos, pero no tenía que conducir y quedamos en concluir la velada de una forma muy distinta. Antes volvería en el camión de la basura a casa que en Urgencias como si fuera un afterhour.

Aurora condujo si no fue rebasando los límites de velocidad seguro que sí el estipulado por los controles de alcoholemia, en su defensa diré que no es propio de ella. En el asiento de copiloto iba Israel, llevaba un bonito sombrero bluesero de ralla diplomática pero no le conocía de nada más y no aún no encuentro motivos para retractarme pues soy una experta en causar este tipo de primeras impresiones.


En algún tramo de la M-40 me deshice de parte del bagaje, por esto no quedó otro remedio que disculparse entre grumos y tropezones de tapas, y por la sangre que quedara incrustada en el respaldo. Llegamos al ambulatorio de Boadilla para aterrorizar a las doctoras de guardia y tomamos rumbo al nuevo Hospital Puerta de Hierro con la intención de poner a prueba tanto su eficiencia como instrumental.

Hasta entonces nadie sabía con exactitud por qué corríamos, de qué había que tener tanto miedo menos Rocío... Sólo después, quién mirase la puñalada trasera de mi espalda discerniría en ella el crepúsculo de las tinieblas más obscuras de la luz que traíamos pisándonos los talones con el amanecer de un nuevo día.

Casi inconsciente celebré la llegada de mi madre con un alegre “Sólo bebí 5 copas” y mostrando orgullosa mi condecoración, un pellejo de piel con forma de luna llena dejó asomar el músculo desgarrado y el hueso del omoplato derecho. Finalmente Rocío se unió a mi desplome al delegar su responsabilidad ante mi progenitora, también ella se excusó por tratar de arrebatarme el protagonismo, pero yo aún tuve actuación para varios días en quirófano, URPA y planta.

2 comentarios:

Abraham Arturo dijo...

Y QUE ES LA VIDA? SI NO UNA SUCESION EXTRAÑA DE ACCIDENTES COMO ESTE...
PERO SIN DARLES IMPORTANCIA...

Katrina Van Dassos dijo...

Érase una vez...
un reencuentro con quien nos presentó en un lejano tiempo, en un banco de Tribunal.
Esta vez, supongo que por homenajear la situación, su (suyo, de usted) lado más tenebroso y obscuro (remitiéndome a sus palabras, suyas, de usted) fue revelado. Por unos instantes, sólo. A sabiendas de que no hay que mostrar nuestro interior así como así a cualquiera.


"Llegamos al ambulatorio de Boadilla para aterrorizar a las doctoras de guardia"
Usted lo ha dicho.
-No podemos hacer nada...[sic]

Besiños...